Árboles para siempre
EGLANTINA CANALES GUTIÉRREZ *
miércoles, 14 de agosto de 2013Las reforestaciones son actos de fe, suponemos que el solo hecho de depositarlos en la tierra les permitirá crecer saludables, con el mejor de los desarrollos y sin causar ningún desperfecto en las instalaciones urbanas.
Veamos qué sucede en condiciones naturales; los árboles adultos producen gran cantidad de semillas, las cuales llegan al suelo transportadas por los animales, por el viento o simplemente por el efecto de la gravedad. De las miles de semillas producidas, algunas tendrán la posibilidad de llegar a un sitio donde las características del suelo les permitan germinar; después, si hay suficiente humedad --muy variable según la especie-- permanecerán vivas. ¡Hay algo importante! Muchas de ellas para germinar requieren de la ayuda de los animales, tienen que ser ingeridas, tratadas en el aparato digestivo y depositadas en el suelo.
Todo ese trabajo permite que sólo unas cuantas lleguen a ser plántulas, algunas lograrán crecer y muy pocas llegarán a ser un adulto. Por eso, un bosque es un conjunto de muchas oportunidades positivas, parece tan sencillo tener un bosque cuando lo vemos saludable y lleno de árboles adultos, simplificamos los eventos que le dan origen y quizá por eso nos parece común y sencillo.
Trasladamos esa percepción a la ciudad
y entonces nos parece muy sencillo que los árboles en el ambiente urbano se desarrollen sin ayuda de nadie, pero los resultados son nefastos muchas veces.
Los árboles en los ambientes urbanos generalmente son de especies consideradas como exóticas; es decir, que no son originarias de nuestro medio. Eso hace que sus requerimientos de agua, suelo, espacio no sean los que el espacio les pueda brindar.
Por otra parte, el clima se puede volver un factor limitante, las heladas esporádicas, pero a veces intensas, el calor del verano, no es lo que tienen en sus áreas de origen, pero seguimos usando esas especies con el costo de perderlas en cualquier invierno.
Por otra parte, los conocemos muy poco, los vemos de pequeños y no nos imaginamos su talla adulta, terminan llenando un espacio no destinado para ellos y causando daños en banquetas, paredes y tuberías, al final se recibe un mensaje solicitando la tala del individuo ¿De qué sirvió entonces el empeño reforestador?
La autoridad tiene la posibilidad de apoyar los buenos deseos de hermosear las ciudades usando árboles, buscando las especies más adecuadas, los diseños acordes a lo que se desea ver en el largo plazo y lo que realmente sirve en las condiciones de clima y suelo de cada ciudad. Ese trabajo no es para un día, pero ir creando una nueva cultura en la reforestación sí es una posibilidad real, mostrando nuevos esquemas y posibilidades, pueden entusiasmar a los que quieren una ciudad más verde a cambiar las especies que tradicionalmente usamos por algunas que poco conocemos.
Muchos de los árboles que tenemos en la ciudad tienen muchos años de vida, han sombreado parques y camellones durante decenios, no todos tienen las mejores condiciones, algunos están enfermos y necesitan nuestros cuidados para seguir vivos.
Entre ellos están los centenarios árboles de la Alameda Zaragoza que han sido parte de nuestra vida y de la vida de la ciudad sin pedir más que agua. Es momento de volver los ojos hacia arriba y ver sus ramas lastimadas, si creemos que la Alameda deba de vivir muchos más años que los más de 170 que ya tiene. Es momento de dedicarle tiempo y dinero, vale la pena. Yo como vecina del parque más hermoso de Coahuila les invito a recorrerla y pensar en que llegue a su segundo centenario llena de vida.
Arboles de San Pedro
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